Les ofrezco algunos de mis pensamientos sobre la elección de nuestro siguiente presidente, Donald Trump. Durante las últimas décadas los obispos Católicos de los Estados Unidos han trabajado con varios presidentes y con el Congreso sobre situaciones y política que conciernen el bienestar de la sociedad, de las familias, de los individuos y en particular del vulnerable y del marginado. Trabajaremos junto con el Sr. Trump en los aspectos en los que ya acordamos, específicamente en los aspectos pro-vida y la libertad religiosa. En donde proponga o apoye el mal del bien común, del pobre, del vulnerable, en particular los inmigrantes y los refugiados, alzaremos nuestras preocupaciones con una voz profética. Lo respetaremos como presidente y honraremos la oficina de la presidencia.
La retórica y algunas de las propuestas del Sr. Trump nos ofendieron a muchos de nosotros. Esas heridas son profundas. Muchos se han preguntado: ¿qué le diremos a nuestros hijos? ¿Qué les diremos, cuando el presidente electo ha demostrado un comportamiento muy inapropiado de una figura pública antes y durante su campaña? Muchos están escandalizados, otros se lamentan, y algunos están enfurecidos. La gente tiene el derecho de expresar su descontento y sus preocupaciones sobre el Sr. Trump. Sin embargo, tienen que actuar con civilidad y paz. Con respecto a las preguntas anteriormente expresadas, las mejores respuestas se encuentran en el Evangelio y en la Doctrina Moral Católica. Estas son enseñanzas inmutables que debemos profesar de manera positiva sin amargura. Oremos por aquellos cuyas carencias se han hecho públicas, hirientes y escandalosas, que la misericordia de Dios toque sus conciencias y transforme sus vidas y comportamiento.
No obstante, el proceso democrático, se efectuó a la letra y el Sr. Trump ganó la elección. Y como tal, es el presidente electo de los Estados Unidos de América. Esto también no significa que tiene el poder o una autoridad desenfrenada. Nuestro gobierno federal goza del balance de poderes entre las tres ramas del gobierno. Además, como ciudadanos nuestro compromiso cívico con el proceso democrático no termina con las elecciones. Tenemos el derecho y la obligación de permanecer comprometidos. El presidente tiene la obligación de sostener la Constitución y seguir las reglas del país. Las ramas legislativas y judiciales del gobierno federal, sin duda, lo harán que se atenga a la ley. El presidente representa al país entero, por consiguiente tenemos el derecho de esperar de él civilidad, y que verdaderamente trabaje por el bien común en casa y en el extranjero.
Finalmente, oremos por el presidente electo Trump. Oremos para que realmente trabaje por el bien común. Unámonos como familia de fe en oración por nuestro país, por una transición pacífica de poder y por la paz del mundo, nuestro hogar común.